03_ Los colores del viento
En el tema musical de Pocahontas (Disney, 1995) “Colors of the wind”, Stephen Lawrence Schwartz (un hombre blanco cis de Nueva York), escribe: “Have you ever heard the wolf cry to the blue corn moon?” (“¿Alguna vez has escuchado al lobo llorarle a la luna de maíz azul?”). Curiosamente, “blue corn moon” no hace referencia a ninguna creencia o ritual de alguna cultura nativa de Norteamérica. El autor (de nuevo, un hombre blanco cis de NY) se tomó la libertad creativa de generar un concepto “nativizado” desde su punto de vista exotizante, “estilizando” a la comunidad Powhatan para el deleite de las audiencias globales.
No es difícil encontrarse con toda la historia oscura de Disney y cómo su desarrollo como marca es importantísimo para su dominio sobre los imaginarios contemporáneos.
Pero, por supuesto que el esfuerzo colonizador de estandarizar todo a la imagen y semejanza de unos cuantos no empezó ni terminó con una luna de maíz azul. El entretenimiento forma parte del paquete que legitima lo que asumimos como verdades universales; sobre las personas, los animales, la naturaleza. Al cielo se le quiere alcanzar, al suelo excavar y todo lo que exista en medio está para catalogarse, no sin antes explorar los límites de su extinción y a la par, los de su simulación para perpetuar su deseo.
La exhibición Los colores del viento de Andrea Carrillo Iglesias, nos invita a pensar en cómo este fenómeno se ha repetido a través de la historia, y convertido en un tropo para la cultura pop: desde Los tres caballeros (1944) y Avatar (2009) de Disney (que tiene la misma trama que Pocahontas, btw), pasando por La isla bonita de Madonna y más allá. En la gran mayoría de éstos y más ejemplos, se presenta una utopía que concilia, de inicio, diferentes culturas en entornos paradisíacos descritos como tropicales; ajenos, a veces violentos, a veces dóciles pero, en definitiva, lugares donde se puede construir una plaza comercial, grabar un video caluroso de reguetón y con un poquito más de descaro, tomar pequeñas (colosales y abusivas) muestras del ecosistema y llevarlas a otro lugar para estudiarlas, experimentar con ellas, copiarlas y modificarlas.
Aunque las pantallas nos han hecho creer que todo esto solo pasa dentro de ellas, la realidad es que nos ha sucedido IRL durante mucho, mucho tiempo. Uno de los ejemplos más bizarros de esto es el Climatron: un domo invernadero construido en 1959 en el jardín botánico de St. Louis, Missouri. Originalmente fue diseñado como un centro de investigación para el estudio del comportamiento de plantas tropicales, teniendo como eje central una supercomputadora llamada Supervisory Data Center, la cual supuestamente controlaría condiciones climáticas para simular zonas de Hawái, Java, India y la Amazonia. Después de inaugurar, se dieron cuenta que esta máquina en realidad nunca funcionaría, por lo que jamás se hizo ningún tipo de experimento. En los 80’s (más o menos entre los discos Descanso Dominical y el Aidalai de Mecano), el domo pasó por una remodelación para la cual tuvieron que sacar (y, por consiguiente, matar) a gran parte de las plantas que lo habitaban. Construyeron también un segundo domo dentro del original, para poder conservar la icónica estructura. Es aquí cuando el Climatron se vuelve una simulación de la simulación, comparable con the audacity of the caucasity de Disney al crear Epcot, pensado para albergar, entre otras cosas, una especie de feria mundial con pabellones de diferentes países dentro de un espacio que se parece muchísimo al Climatron.
Los colores del viento soplan (lol) en dos momentos dentro del espacio de exposición: como primer tiempo, te invitamos al área didáctica de la expo; ahí aprenderás el chisme completo del Climatron gracias a un video hecho por Andrea en colaboración con Lucía Millet y Lucía Ugena. Ojo: contiene breves interludios musicales que te sacarán unas risitas aunque desafortunadamente no te harán olvidar que estás leyendo y escuchando un análisis sobre el affair entre tecnología, ciencia y poder que occidente ha siempre utilizado como herramienta de control social, particularmente en zonas calurosas donde no se habla inglés o se habla inglés a la fuerza.
Después, atraídx por lo que parece el set de un comercial de Herbal Essences Paradise, te introduces a la segunda parte de la exhibición, donde El Domo, La Planta y La Roca te reciben desde un escenario con monólogos contando su versión de su historia. Esta puesta en escena le quita el papel protagónico al hombre (blanco cis) para otorgárselo a los elementos que componen la instalación, a la vez que se apropia de estrategias de display publicitario. El Domo alude al “progreso” humano y al constante deseo de extraer, catalogar y finalmente explotar la naturaleza. La Planta representa lo exotizado, el objeto del deseo y la poción que cura el mal colonial, ella (porque es pensada siempre como mujer), una vez extraída de su ecosistema en donde realmente es útil, se vuelve un trofeo. La Roca, por su parte, se dedica profesionalmente a aparentar, a borrar las líneas entre lo que creemos es natural y artificial. Nos recuerda que hoy en día con algo de pintura verde e impresiones tenemos la facilidad de crear y recrear nuevos paisajes desde casa; la habilidad de crear nuestra propia simulación, hacer de nuestro baño otro Climatron con nuevos colores para el viento, igual y funciona de una vez por todas...
En esta ocasión nos quedamos pensando si el arte es en sí un domo utópico dentro de la realidad mundial.
Si es así, bienvenidxs a la tercera simulación del Climatron.
XoXo,
Janet40
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You think you own whatever land you land on
The earth is just a dead thing you can claim
But I know every rock and tree and creature
Has a life, has a spirit, has a name
You think the only people who are people
Are the people who look and think like you
But if you walk the footsteps of a stranger
You'll learn things you never knew you never knew
Have you ever heard the wolf cry to the blue corn moon (🙄)
Or asked the grinning bobcat why he grinned?
Can you sing with all the voices of the mountain?
Can you paint with all the colors of the wind?
[...]
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